El recogepelotas tomó la salida hacia el estadio. Se mascaba el ambiente de las grandes noches europeas en que el equipo tenía esa oportunidad histórica que llevaba décadas esperando, pero había que darle la vuelta a aquel resultado tan adverso como sorprendente del partido de ida. El corazón del chaval parecía que iba a reventar de tan fuertes como se sentían sus latidos. La verdad es que aquel día de primavera se había hecho casi interminable y los nervios habían atenazado al chico desde bien entrada la mañana. De hecho, el entrenamiento de la tarde había sido desastroso para él, pero poco le importaba cuando en pocos minutos tendría todos sus sentidos puestos en el partido tan esperado.
Las palpitaciones se hacían incluso más fuertes cuando las notas del himno comenzaron a sonar por la megafonía del abarrotado estadio. Las almas de los socios y aficionados se fundían, una vez más, con las de los jugadores, esperando llevarlos en volandas hacia la ansiada remontada. El recogepelotas se situó en su posición y el balón empezó a rodar. El mundo se disponía a contemplar aquel camino tortuoso de al menos 90 minutos hacia la gloria o hacia el enésimo fracaso.
Tras un inicio de titubeos se llegó a la fase interesante del partido. Corría el minuto 10 y el centrocampista defensivo robó el balón a los gigantes del norte. Un pase preciso al delantero centro se convirtió en una asistencia letal cuando éste, con gran frialdad, se deshizo del defensa y colocó el balón con clase ante la salida desesperada del portero. 1-0 y la remontada ya estaba más cerca. El recogepelotas, exultante, celebró el gol como si fuese el de la victoria definitiva, pero el partido no había hecho más que comenzar.
El marcador se congelaría durante el resto del primer tiempo, en que, con más corazón que cabeza y acierto, el equipo local continuaba buscando la remontada. Estaba claro que la misión sería complicada. Sin embargo, en el minuto 17 de la segunda mitad, un rayo de esperanza alcanzó a los aficionados. Un pase casi imposible desde la propia línea de medios llegó al delantero centro que se escurrió entre la defensa, se internó en el área y, otra vez con frialdad, colocó el 2-0 en el luminoso. ¡Ya faltaba menos! El chaval enloqueció con el gol. Quedaba casi media hora para intentar completar la gesta.
Apenas siete minutos más tarde llegó el éxtasis al estadio. Un balón en profundidad por la izquierda lo alcanzó el extremo zurdo: uno, dos, tres, cuatro caracoleos y perdí la cuenta hasta que, lleno de balón, el extremo decidió lanzar un centro hacia el segundo palo donde el ariete remató de forma inverosímil de cabeza, picando el balón contra el suelo y superando sorprendentemente al portero por alto. Ese remate, imposible, llevó el ansiado 3-0 al marcador. La eliminatoria, por fin, ya estaba igualada. Una lágrima se deslizó por la mejilla del joven al mismo tiempo en que se le escapaba un suspiro de alivio.
Por desgracia, el equipo visitante controló el partido hasta el fin del mismo y la prórroga tampoco trajo ningún cambio en el marcador. El partido más importante en décadas se decidiría en la tanda de penaltis. Empezaron tirando ellos y todos fueron marcando sin fallos hasta el 2-3. El extremo de la asistencia del tercer tanto se dispuso a lanzar y un “oh” de decepción recorrió el estadio cuando detuvo el portero. Los gigantes del norte no fallaron y colocaron un inquietante 2-4. Los nuestros marcaron el 3-4 y nuestro portero se colocó bajo palos. Si marcaban, nos echaban. Así de sencillo. El estadio estalló de nuevo con el penalti detenido. ¡¡¡Sí!!! De nuevo todo casi igualado. Pero ojo, que nuestro portero lanzaría el quinto. Y sí, 4-4, ¡uf! El recogepelotas había apurado hasta la última de sus uñas.
La eliminatoria ya no podía escaparse. Los visitantes tiraron fuera el sexto lanzamiento y nuestro centrocampista defensivo rompió el balón para el 5-4. El recogepelotas, poseído, se lanzó al campo y, como si fuese uno más del grupo de jugadores, se fundió en un abrazo con el autor del gol del penalti definitivo.
Josep llegó a la Masia algo más tarde. Aún temblaba, pero el corazón latía con algo menos de fuerza. El iaio Joja (el “yayo” Yoya, N. del T.), como llamaban los chavales de la Masia a Jordi Jaume, encargado del edificio, hojeaba tranquilamente su libro de recortes. El mote de Joja no era tan solo diminutivo de su nombre, Jordi Jaume, sino que también venía de la famosa frase “Jo ja ho vaig dir” (“Yo ya lo dije”, N. del T.) que tan a menudo usaba aquel amable sexagenario.
−Joja, Joja, ha estat tan emocionant!!! −dijo Josep, visiblemente alterado.
−Jo ja ho vaig dir −respondió Joja, con su habitual flema.
−Però... com pot ser que sempre l'encertis? −inquirió Josep, irritado.
−Bé, noi, ja saps que tinc el meu llibre.
Josep dirigió la mirada al libro que Joja tenia en su regazo. Joja recortaba pacientemente, del periódico, la ficha técnica de cada partido del primer equipo y así, recorte tras recorte, recogía la historia del club para explicarla a los chavales que se formaban para el futuro.
−Ostres, avi, això ja ho sé. Però el partit tot just s'ha acabat ara! −protestó Josep.
−És que no ho saps tot d'aquest llibre, noi. Vine, que t'ensenyaré una cosa.
Josep se acercó con más escepticismo que curiosidad, y Joja le mostró la página que estaba leyendo. Increíblemente, la ficha técnica del partido recién disputado aparecía ya allí, perfectamente enganchada junto a la del partido anterior.
La expresión de Josep no sabría cómo calificarla. Sorpresa, estupefacción, asombro, todas esas cosa mezcladas y agitadas en un extraño cóctel de emociones.
−Co... co... co... com és possible?−preguntó Josep, de nuevo.
−Bé, no és res estrany. Només és màgia −sentenció Joja. −Encara hi ha més coses que voldria que vegessis.
Joja giró la página y, como es lógico, la siguiente estaba en blanco. Avanzó, sin embargo, varias veces hasta llegar a un punto determinado. Allí hizo chasquear los dedos y, de repente, apareció un recorte de prensa, fechado el 21 de mayo de 1.992.
−Mira això, Josep.
Josep se sorprendió al ver su nombre en la alineación de la ficha técnica.
−Veus? Tu jugaràs la final de la primera Copa d'Europa que guanyarem.
Ante la cara de estupefacción de Josep, Joja volvió a girar las páginas del libro y se detuvo en otra, mucho más adelante. Al chasquear nuevamente los dedos, apareció la ficha técnica publicada el 28 de mayo de 2.009.
−I també seràs el primer a guanyar-la com a jugador i com a entrenador.
Dicho esto, la cara de Josep enrojeció de ira. Arrebató el libro de las manos de Joja, lo cerró violentamente y lo lanzó al suelo. Furioso, pateó una silla que había en la habitación y se precipitó, llorando y con las mejillas encendidas, a su dormitorio de la Masia. Joja jamás entendió aquella reacción del chico. Nunca llegó a saber que Josep se fue, enfurecido, porque, en el mismo momento en que vio el recorte de la primera Copa de Europa de 1.992, comprendió que, pese al esfuerzo de aquella noche para remontar la semifinal, la final del 1.986 se perdería.
Y la verdad, fue una auténtica lástima que Josep se fuera de esa forma, porque Joja estaba a punto de enseñarle a Josep el recorte del 23 de mayo de 2.010, donde se mostraba como éste se convertía, también, en el primer entrenador del club en alzarse con dos Copas de Europa y, además, de manera consecutiva.
Si me lo permitís, el Bonus track 4 me lo guardo hasta el 23 de mayo de 2.010.
Oh maligno, maligno, maligno!
