lunes, 28 de septiembre de 2009

Fantasmas polvorientos

El barcelonismo ha explotado indignado con el nefasto arbitraje del colegiado Delgado Ferreiro en La Rosaleda (no carguen las tintas contra Welington, otro anónimo jornalero del fútbol que busca por lo civil o lo criminal asegurar el futuro de sus hijos). Han sido muchos meses de aguantar, soportar, tolerar cómo los panfletos deportivos madrileños elaboraban teorías conspiratorias o sostenían la existencia de villaratos y complots maquiavélicamente urdidos en la sombra por la RFEF, el Colegio Nacional de Árbitros y, si me apuran, el gobierno tri-partito de la Generalitat. El vaso se ha colmado este fin de semana y la masa social culé ha descargado su contenida rabia gritando "¡basta ya!" en foros y blogs.

Yo pido calma y serenidad desde la convicción de que es mucho mejor no hablar nunca de los árbitros, ni cuando nos benefician ni cuando nos perjudican. Porque es un recurso pobre, una pataleta infantil, una excusa de mal perdedor, un análisis superficial y facilón. Porque es ponerse a la altura de quienes, con la imperiosa necesidad de vender periódicos (y cuberterías, pijamas o chubasqueros con el escudo del club que abanderan), tiran la objetividad por el retrete y se dedican a escribir aquello que le gustará leer al militante de base más radical y obcecado mientras apura el carajillo de Marie Brizard.

¡Si esta semana, aprovechando la visita del Tenerife al Bernabeu, algunos periódicos todavía han pontificado sobre irregularidades arbitrales en las dos ligas consecutivas que perdieron a principios de los noventa en favor del Dream Team! Han pasado más de tres lustros y todavía no han podido digerir aquellas derrotas. Si a estas alturas de la película aún se dedican a desenterrar fantasmas polvorientos del pasado, peor para ellos. Nosotros a lo nuestro. Si ladran es porque cabalgamos, así que no caigamos en su juego paranoico de campañas orquestadas. Es una cuestión de estilo y de higiene mental.

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